Reencuentro (Toni Benavente)
Aquel verano —con su calor detenido como un tambor antiguo— trajo a mi alma los ecos remotos de la infancia. No sé por qué, aquella mañana luminosa decidí volver al pueblo donde mi madre tejía días como hilos de oro, y donde mi niñez se derramó como agua en un cántaro agrietado. Aquel era un pueblo sin tiempo, un sueño suspendido entre los montes y el cielo. Allí los muertos de todas las guerras se deshacían como ceniza entre los dedos del viento, y el amor no dolía porque no sabía mentir. Un pueblo sin huida —excepto la mía— y con un conductor de autobús que saludaba al paisaje como a un viejo amigo. Desde la altura de la memoria, me veo subiendo a ese autobús como quien sube a una oración. Me siento en la última fila, y en un cuaderno de tapas ajadas, comienzo a garabatear recuerdos que ahora, bajo el ala de este instante, quieren convertirse en canción. El verano que me rozó como un vestido blanco irá dando paso al otoño —ese llanto suave de hojas secas— y después vendrá el invier...