El Valor de lo Bello (Vanessa Sosa)

Mis guirnaldas encienden el recoveco de sus pies de plata y oro, esgrimido ante los embelesos de sus rezos. Sobre los terrestres aparecidos; ellos son el frente y el futuro; gracias plenaria les digo. Portentosa me dirijo a ellos con sus casas a cuestas, ellos caracoles decantaban limitaciones.

Ellos contemplan del tiempo de los cuatro tiempos ante la espesura de la inocencia. Son todos inocentes; son todos de una beldad gobernable. Estremezco a la ternura de la espesura. Sobre las crisálidas, sobre el futuro, pasado, presente ante lo descarado. Quién es el sabor de especias.

Ir a los espacios de cambio me sonrojan con medidas de siete a siete centímetros. Ellos están en gracilidades; ellos decorados; limitaciones de laureles distingo a uno como un frío eco, del otro no tengo mucho que decir.

Falso si confesara en la congregación de lo más manso, que estoy orgullosa de ser su guardiana. Nuevas cosas surgen de sus ojos, los distingo entre todo lo psicológico que pueda desatarse estos niños estremecidos por sus propias limitaciones.

Tienen a lo advertido, las señales de tránsito están, hay un eco kilométrico, hay una osadía de vestidos y yuxtaposiciones de margaritas.

Júbilo pudiente, me dejan a la espera de todo lo recto en un torbellino; no hay más que una exploración a ese tiempo, que es y sólo es, un feliz viaje de conocer y reconocer sus debilidades de entre todos los que siguen a lo apto para delimitar otros sueños.

Este paso, este musgo, sobre el comunicador de relojes besados por la noche escribe el nombre de un mar que no es mar, y un río que es río.

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