Julián Alberto Guillén López
Cohabitar
en el núcleo del principio,
yo era junto a la raíz.
dormía
como
en estado de embrión.
Guardado
bajo el cascarón
del Huevo.
Aun lejos del canto
de los gallos.
De los arquetipos,
la palabra y el fluctuar.
Del petricor.
Aun lejos de la imagen inanimada
de la arcilla.
Cubierto de arcano,
era junto a la lava
de la vida. Era oso,
era halcón, era cervato.
Era espuma. Postigo de blanco
y deslumbrante mármol.
Escarcha en la desnudez de los eones.
Un amanecer sin nombre, mudo.
El trasluz del futuro
a través de unos anteojos.
Un puente colgante que va a dar
a otro ocaso. Antorcha, pétalos y muselina.
Estaba ahí:
hijo del rayo,
del tabernáculo,
la piedra.
Compartiendo
mi aliento con las brasas de la eternidad.
Besando las arenas del ánimus.
Contando granos de tiempo
entre mis manos.
Apreciando la visión meteórica de vida.
Es apenas una bruma
que desciende sobre las montañas.
Seminal océano
de conceptos,
a do van los testigos del ensueño
y se empapan
hasta despertar
la divinidad dormida.
Es como ver las formas juguetonas
junto a una fogata. Caprichosas se ocuparon de crear una proyección.
Y todo fue hecho luz.
Yació el hombre
con mujer.
Lux bona.
Y dijo Dios sea la luz y fue la luz.
Fiax Lux.
El espíritu se posó sobre los estanques.
Y separó las aguas de las aguas.
Las grullas adornaban su creación.
Carros de fuego protegían el edén
y columnas de humo.
Una puerta toda tisú.
Los ángeles tocando su música en el jardín.
Arrastraban su sonido las ruedas
y entonces escuché los Aleluya.
Como un parpadeo de estrellas. Caí a tierra.
La tiara de la creación se me presentó.
Desperté en la cúpula del firmamento.
Descendí y ascendí por la escalera
de hélices sagradas. Los átomos estaban ahí en la región de la casi inexistencia, cerniéndose en las esclusas del espacio.
Estrellándose una contra otra las moléculas se movían perpetuamente y era ese su ciclo eternal.
Estallar hasta dar orden
a las cosas que existen y hoy son.
Todo era antes inexistente.
De lo inexistente procedió lo existente.
Las serpientes
estaban enredadas en el cetro.
Solo un shofar en medio del silencio.
El vacío era todo lo que había
y la posibilidad de pasar a ser
desde la ausencia.
Kalachakra. Gira la Rueda del Movimiento.
Los héroes venideros han de nacer.
Las estrellas
marcan el destino de los transeúntes.
Un carnyx resuena
desde las cavernas del vacío.
La forma sustancial
descansa en una fontana dorada.
Los laberintos abrazan y avanzan a cada paso.
Como hojas generaciones
van y vienen.
Las miríadas son lenguas de fuego
que se extinguen para volver a nacer.
Un rabino prende candeleros.
Entre la lucha de la luz y la oscuridad,
del nacimiento y la muerte
se sitúa el hombre.
Nace para enfrentarse a dos posiciones entre las que agoniza.
Las Tinieblas hayan cabida
en su percepción,
para mudar la piel a la luz.
Debe amanecer para ver a Helios conducir su carruaje desbocado.
La electricidad atraviesa el aura electrónico de las personas. Todas las cosas guardan carga positiva y negativa.
Somos como ámbar chocando
con la piel de un carnero,
desde nuestros cuerpos
vibran las chispas de la vida.
Y he aquí, observas
el nacimiento de los astros,
la Génesis
pariendo de tu psiquis.
Aquí termina el viaje.
Donde comenzó.
en el núcleo del principio,
yo era junto a la raíz.
dormía
como
en estado de embrión.
Guardado
bajo el cascarón
del Huevo.
Aun lejos del canto
de los gallos.
De los arquetipos,
la palabra y el fluctuar.
Del petricor.
Aun lejos de la imagen inanimada
de la arcilla.
Cubierto de arcano,
era junto a la lava
de la vida. Era oso,
era halcón, era cervato.
Era espuma. Postigo de blanco
y deslumbrante mármol.
Escarcha en la desnudez de los eones.
Un amanecer sin nombre, mudo.
El trasluz del futuro
a través de unos anteojos.
Un puente colgante que va a dar
a otro ocaso. Antorcha, pétalos y muselina.
Estaba ahí:
hijo del rayo,
del tabernáculo,
la piedra.
Compartiendo
mi aliento con las brasas de la eternidad.
Besando las arenas del ánimus.
Contando granos de tiempo
entre mis manos.
Apreciando la visión meteórica de vida.
Es apenas una bruma
que desciende sobre las montañas.
Seminal océano
de conceptos,
a do van los testigos del ensueño
y se empapan
hasta despertar
la divinidad dormida.
Es como ver las formas juguetonas
junto a una fogata. Caprichosas se ocuparon de crear una proyección.
Y todo fue hecho luz.
Yació el hombre
con mujer.
Lux bona.
Y dijo Dios sea la luz y fue la luz.
Fiax Lux.
El espíritu se posó sobre los estanques.
Y separó las aguas de las aguas.
Las grullas adornaban su creación.
Carros de fuego protegían el edén
y columnas de humo.
Una puerta toda tisú.
Los ángeles tocando su música en el jardín.
Arrastraban su sonido las ruedas
y entonces escuché los Aleluya.
Como un parpadeo de estrellas. Caí a tierra.
La tiara de la creación se me presentó.
Desperté en la cúpula del firmamento.
Descendí y ascendí por la escalera
de hélices sagradas. Los átomos estaban ahí en la región de la casi inexistencia, cerniéndose en las esclusas del espacio.
Estrellándose una contra otra las moléculas se movían perpetuamente y era ese su ciclo eternal.
Estallar hasta dar orden
a las cosas que existen y hoy son.
Todo era antes inexistente.
De lo inexistente procedió lo existente.
Las serpientes
estaban enredadas en el cetro.
Solo un shofar en medio del silencio.
El vacío era todo lo que había
y la posibilidad de pasar a ser
desde la ausencia.
Kalachakra. Gira la Rueda del Movimiento.
Los héroes venideros han de nacer.
Las estrellas
marcan el destino de los transeúntes.
Un carnyx resuena
desde las cavernas del vacío.
La forma sustancial
descansa en una fontana dorada.
Los laberintos abrazan y avanzan a cada paso.
Como hojas generaciones
van y vienen.
Las miríadas son lenguas de fuego
que se extinguen para volver a nacer.
Un rabino prende candeleros.
Entre la lucha de la luz y la oscuridad,
del nacimiento y la muerte
se sitúa el hombre.
Nace para enfrentarse a dos posiciones entre las que agoniza.
Las Tinieblas hayan cabida
en su percepción,
para mudar la piel a la luz.
Debe amanecer para ver a Helios conducir su carruaje desbocado.
La electricidad atraviesa el aura electrónico de las personas. Todas las cosas guardan carga positiva y negativa.
Somos como ámbar chocando
con la piel de un carnero,
desde nuestros cuerpos
vibran las chispas de la vida.
Y he aquí, observas
el nacimiento de los astros,
la Génesis
pariendo de tu psiquis.
Aquí termina el viaje.
Donde comenzó.
Julián Alberto Guillén López
México
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